La idea de dominar la Naturaleza, por mucho que nos pese, ha sido y es una utopía. A partir de la revolución científica, hemos intentado predecir, por lo tanto controlar, pero lo sublime es incontrolable. La antigua veneración por el mundo natural, en pleno siglo XXI se ha transformando en una mera actitud cuantificadora, por lo tanto mercantilista y fría. Aunque no lo queramos, aún continuamos siendo Naturaleza, nunca hemos dejado de serlo, pero la falta de comunicación con la misma es uno de los motivos principales de su deterioro a marchas forzadas.
El pasado 19 de septiembre de 2021, se produjo una de las últimas erupciones de un volcán en este planeta, fue en la isla de La Palma (Islas Canarias, España), y se corroboró una vez más que la lucha del hombre frente a la naturaleza es una batalla perdida. Durante 85 días el volcán no paró de demostrar como se creó este mundo. El 19 de septiembre, después de más de 25.000 pequeños terremotos que azotaron la isla durante ocho días, a las 14:10 (UTC), se inició la erupción en el pinar denominado Cabeza de Vaca, de Las Manchas, cercano a la localidad de El Paraíso, municipio de El Paso.
El monte Fuji, es el pico más alto de Japón y una de las montañas más conocidas del mundo. Pero cuando hablamos de volcanes, su silueta, su simetría y su cono son el canon de la perfección. En la historia del arte, es la montaña más representada. El trabajo artístico más universalmente conocido es Treinta y seis vistas del monte Fuji (嶽三十六景 Fugaku Sanjūrokkei) del artista japonés Katsushita Hokusai (1760–1849). Es una serie Ukiyo-e (浮世絵) compuesto de 36 xilografías, realizadas entre 1831 y 1833 que muestran el monte Fuji visto desde diversas perspectivas y bajo distintas estaciones del año y condiciones climáticas. Tuvo un éxito sin precedentes y en la segunda publicación, se incluyeron 10 xilografías más.
Cuando uno piensa en la forma de un volcán, piensa en el Fuji, es sin lugar a dudas el más fotografiado, pero durante casi tres meses, el protagonismo se lo robó otro, el volcán Tajogaite. El proyecto fotográfico Las cuatro estaciones del volcán Tajogaite en ochenta y cinco vistas, es una peregrinación al volcán y sus alrededores, un fujidō (o camino del Fuji) como se hacía en el Japón del período Edo en los siglos XVII y XVIII. Dicha peregrinación no se ha realizado solo durante la erupción, también después. Documentar todas las fases del volcán y durante todas las estaciones del año como lo hizo Hokusai hace casi 200 años. Un proyecto sobre un volcán realizándolo a modo de ukiyo, que son unas estampas japonesas (literalmente son “pinturas del mundo flotante”), que hacen referencia a que el mundo es efímero, fugaz o transitorio, al igual que un volcán y la vida misma.
Observar un volcán en erupción, es hipnótico, monumental, portentoso, apoteósico, sublime y arrebatador, hoy y siempre. El ser humano siente algo ancestral al observar la esencia de la creación del planeta que habita. Un ejemplo clave son las bellas palabras de Sugawara no Takasue no musume en el libro Sarashina nikki (更 级 日记 Diario de Sarashina) escrito en el siglo XI: “La impresión de la montaña es tal que apenas parece cosa de este mundo. Desde la superficie aplanada de la cumbre se eleva el humo sin descanso y, al anochecer, se ven en la distancia las llamas”.