A la hora, en el lugar es un trabajo de documentación donde cobra especial importancia la expresión de la tragedia en clave sonora: la magnitud del volumen y la intensidad del sufrimiento que nace de la propia imagen. Nave se desplaza hasta aquellos enclaves en donde la organización terrorista ETA ha cometido un atentado desde la década de los sesenta hasta la actualidad y se somete a la naturaleza de los hechos perpetrados. El mismo día, a la hora exacta, se presenta en el escenario preciso y realiza una toma fotográfica. Tanto el encuadre como el tiempo de exposición reproducen la ubicación y la durabilidad del suceso. Sin posibilidad de escoger la luz o el punto de vista más apropiado, captura la cruda realidad. La exactitud y la subordinación de los acontecimientos han marcado el lado más vivencial del proyecto, renunciando incluso a cualquier valoración plástica. A la hora en el lugar es un retrato de la pérdida y de la ausencia, pero sobre todo es el reconocimiento de un mundo arrebatado. El vacío en la imagen invita a la reconstrucción acústica del miedo y del horror. De ahí la admisión de la fotografía como caja de resonancia. Cada localización adopta la condición de piel historiada, como una superficie sensible que retiene huellas e incisiones. En cierto sentido es una película impresionable donde queda grabada parte de nuestra memoria.
Eduardo Nave nos invita a reflexionar sobre el mutismo y la mutilación que sufre el individuo y su entorno a partir de referencias históricas, haciendo que su obra alcance dimensiones sorprendentes. Sin duda inmortaliza el síntoma en la imagen y convoca la urgencia de la escucha. Al igual que en otras de sus series, resulta difícil no advertir en la mirada del autor a un compositor de réquiems visuales. Su trabajo articula una sinfonía personal contra el olvido y adopta la forma de un poema de duelo por la palabra despojada.
Mireia A. Puigventós
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